¡Viva la Meseta!

En el corazón del Camino de Santiago, anidado entre las bulliciosas ciudades de Burgos y León, y las imponentes montañas de los Pirineos y O Cebreiro, yace una vasta extensión de tierras llanas conocida como la Meseta. Para muchos peregrinos, esta llanura es vista como un obstáculo a sortear, una extensión a sobrevolar en favor de los terrenos más dramáticos que la flanquean. Pero al hacerlo, uno pasa por alto un núcleo espiritual, un ámbito meditativo que contiene la verdadera esencia del propósito del Camino. Viva la Meseta — larga vida a la llanura, porque es aquí donde el alma encuentra su ritmo, su descanso y su juicio.

La Meseta es emblemática de los inevitables tramos de la vida que parecen monótonos, donde los horizontes se difuminan y los destinos parecen inalcanzables. Pero como en la vida, el Camino nos enseña que no son los picos y valles dramáticos los que definen nuestro viaje, sino las llanuras constantes que se extienden ante nosotros. Que sea claro, cada uno de nosotros debemos caminar nuestro propio Camino. Pero mi consejo es que no debemos evitar la Meseta; debemos sumergirnos en ella. Porque es aquí, en medio de su uniformidad, donde la introspección encuentra su raíz más profunda, donde los recuerdos resurgen con una claridad incomparable y donde la pérdida, el amor, el arrepentimiento y la esperanza se fusionan en un conmovedor tapiz de existencia humana.

Desestimar la Meseta es menospreciar el poder transformador de la contemplación. Aquellos que la han recorrido, que han sentido el peso de sus pensamientos con cada paso, entienden que ofrece un espacio sin igual. Es un ámbito donde el pasado, presente y futuro convergen, donde las historias que llevamos, como los recuerdos de un padre o madre amados, resurgen y se entrelazan con nuestros pasos. Aquí, bajo el cielo interminable, rodeados de inmensidad, las historias de aquellos que hemos amado y perdido caminan a nuestro lado. Es como si la Meseta, en su expansión infinita, absorbiera los ecos de todas las voces de los peregrinos, el peso de nuestro duelo y la ligereza de nuestros recuerdos más queridos.

Dentro del acto repetitivo de poner un pie delante del otro, bajo la mirada inquebrantable de la Meseta, encontramos un ritmo que nos sume en un estado casi hipnótico. Este movimiento aparentemente monótono se convierte en un ritual de reflexión, otorgándonos claridad para navegar los complejos temas de nuestras vidas. Ofrece un espacio sagrado, similar a los paseos diarios que se toman en preparación para el Camino, donde las conversaciones con seres queridos se repiten constantemente, cada repetición revelando percepciones más profundas, momentos olvidados y sentimientos no expresados.

No es solo el desafío físico de la Meseta lo que parece intimidante; es la excavación emocional y espiritual que exige. Pero, ¿no es esa la esencia de la peregrinación? Un viaje no trata sobre los santuarios que visitamos o las reliquias que buscamos. Se trata de los paisajes internos que atravesamos, las cargas que liberamos y la sabiduría que adquirimos. La Meseta es un testimonio de esta verdad, demostrando que las lecciones más profundas a menudo se encuentran en los lugares más inesperados.

La Meseta posee un poder de otro mundo. Nos obliga a enfrentar los temas más urgentes de la vida, desde el frágil equilibrio entre la vida y la muerte hasta la naturaleza perdurable del amor. Enfatiza que no es el destino sino el viaje lo que nos moldea. En esta vasta extensión de tierra, los peregrinos encuentran un santuario donde pueden lidiar con sus arrepentimientos, celebrar sus alegrías y abrazar la transformación.

Evitar la Meseta es omitir un capítulo en la narrativa del Camino y, a su vez, en la nuestra. Es un recordatorio de que lo sagrado no está reservado para las grandes catedrales o reliquias históricas; se encuentra en lo ordinario, en lo cotidiano, en las vastas extensiones de tierra que desafían nuestras percepciones y nuestra determinación.

Mientras caminamos, no busquemos eludir los desafíos, la monotonía o las etapas de la vida que parecen carentes de propósito. Porque es en estos espacios donde encontramos nuestra verdadera esencia, comprendemos nuestros deseos más profundos y nos conectamos con las verdades eternas de la existencia.

Viva la Meseta, pues encarna el alma del Camino y el corazón de cada peregrino que se atreve a recorrer su extensión. No busquemos atajos, sino que abracemos cada paso, porque es en el viaje, no en el destino, donde realmente nos encontramos.

Buen Camino.

Lance v21.899


Note: Inspired by walking the Camino Frances in the Fall of 2022, I wrote this essay in English and had it translated into the Spanish above. What can I say? I prefer the Spanish version.

I wrote about my personal experience on the Meseta in this blog post. The Making Of Sacred Paths: Walker, your footprints are the path and nothing more